martes, 12 de septiembre de 2017

El Teatro que escuchó por vez primera el Himno Nacional Mexicano


El enorme teatro se levantaba en la calle de Vergara en los terrenos de las casas números 11 y 12, calle llamada así por el maestro de Campo, don Antonio Urrutia  de Vergara quien, por cierto, vivió en el número 15, sin embargo hay quien dice que la calle debería llamarse González Bocanegra y Jaime Nunó pues el talento de éstos es el que le dio vida a esa calle, a aquel Teatro “Santa Anna” que posteriormente pasaría a nombrarse el Teatro de la Ciudad.
Los historiadores hacen mucho hincapié en que este magnífico coliseo se había inaugurado ya, aunque sin ser terminado del todo, en el febrero de diez años atrás del estreno del Himno Nacional Mexicano, pero la verdad es que el teatro nació, el teatro voló,  la noche del 16 de septiembre de 1854.
Tu bisabuela decía que el Himno Nacional Mexicano hubiera sonado mejor si el Tío Joaquín -al menos el Luna seguimos llevando de apellido- hubiera ganado aquel certamen de la música para el Canto a la Patria compuesto por Francisco González Bocanegra. Tu bisabuela reclamaba tanto el por qué un español tuvo que ganar; sabía cada uno de los concursantes que participaron, entre ellos claro el Tío Joaquín, ella los recitaba como letanía:
-Habiendo concursado tan buenos maestros en la música: Juan Botessini, Juan Manuel Cambes, Ramón Canchola, Manuel Castaño, Angel Miesr Bul, Luis Pérez de León, M. Luzurriaga, Manuel Villagómez, José de la Luz Baz… pero no, tuvieron que escoger al español Jaime Nunó.
Todos sabían que el coraje no era por el maestro Nunó (pues hasta en las reuniones ya entrada la noche entonaban bulerías, válgame), sino porque el Tío Joaquín no había ganado el certamen.
A pesar de la decepción de no haber ganado el Tío Joaquín, tenía asientos apartados en las primeras filas y asistió a la noche más patriota de toda la historia mexicana. Según esto el Teatro Santa Anna sólo tenía una capacidad de tres mil personas pero esa noche había más almas que toda la Ciudad de México de aquel entonces, parecía que el corazón de todo el país se encontraba en aquel recinto. Era una noche brillante, por supuesto debemos recordar que en esos años no existía el alumbrado eléctrico, la atmósfera de aquella noche estaba reducida a los candiles del foro y a un aparato que nombraban “lucerna" que era una especie de disco bruñido de gran tamaño de metal blanco con perillas doradas en el cual eran colocadas noventa luces para ser descendido en el centro del colosal teatro; parece poco para la tecnología en la que vivimos, pero era el luminar mayor de la ciudad en aquella noche fantástica, aquella noche de júbilo inmenso por la espera del estreno del “Cantar de los Cantares Mexicano”.
Llegadas las once de la noche se escucharon las palabras del discurso de D. Francisco González Bocanegra como si se tratara de un centinela que bajara de los cielos en aquel Aniversario de de la Independencia:
Grande, sublime es el espectáculo de un pueblo que se reúne el día de la Patria para consagrar de nuevo una flor a la memoria de sus héroes, para regar con el llanto del agradecimiento los laureles que adornan las frentes de los que le dieran Independencia y Libertad
La gente estaba conmovida verdaderamente en el instante en que la orquesta comenzó con los primeros acordes, cuando comenzaban a elevarse las notas al clímax. el Presidente de la República. Benito Juárez García. seguido del público se levantó de su asiento, y así permanecieron de pie mientras oían cada una de las diez estrofas del canto marcial.
Un sentimiento patriota inundó cada rincón de aquel monumental Teatro Santa Anna y el espíritu de los mexicanos se transformó entonces en una fortaleza nacional.
Hoy con vergüenza puedo decir que es menor el número de personas que conozco que saben el Himno Nacional completo que el número de dedos en mi mano derecha; talvez ni tú ni yo estuvimos ahí esa noche, y claro que tampoco ni tú ni yo hemos estado en guerras, pero deberíamos buscar la manera de conseguir cantar como esa noche.
Hay una buena y una mala en la historia: la mala es que con el pretexto de prolongar la calle 5 de mayo, en 1902, aquel hermoso Teatro que escuchó por vez primera el Himno Nacional Mexicano tuvo que ser demolido; la buena es que tengo una copia de cada una de las diez estrofas y si tienes un verdadero oído mexicano cada 16 de septiembre exactamente a las once de la noche en el mismo lugar se pueden escuchar los instrumentos y las voces originales de aquel Teatro Santa Anna de 1854.

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